N-ésima oportunidad para América Latina
Sergio Lehmann Economista Jefe de Bci
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Sergio Lehmann
Sobre la base de lo que ha sido el crecimiento en 2019, América Latina una vez más decepciona. Las cifras a esta parte del año han estado muy por debajo de lo que se anticipaba, golpeadas por la guerra comercial, pero también por avances insuficientes en reformas de modernización o focos derechamente equivocados en las políticas públicas de algunos países.
Sin embargo, otra vez se ve al mismo tiempo un camino más favorable, que si bien se transita a paso lento y a veces con desvíos y sobresaltos, anticipa un repunte hacia 2020 que debería ir consolidándose. Aunque la incertidumbre aún es alta, vemos que ahora el camino está mejor sustentado, al menos para una fracción relevante de la región.
Para sostener esa visión, destaca la ruta que ha definido Brasil, partiendo por reformar su costoso y distorsionado sistema de pensiones. Ello le permitirá dar sostenibilidad a su hoy alicaída posición fiscal, generar incentivos para aumentar las cotizaciones y adecuar la edad de jubilación a estándares modernos. Los siguientes grandes desafíos para Brasil apuntan a abrir su economía y reducir el pesado aparataje público que le permita elevar su competitividad.
Argentina, en tanto, enfrenta en octubre próximo elecciones, siendo clave que tras ellas se continúe avanzando en reformas que permitan ordenar las cuentas públicas, eliminar distorsiones en algunos mercados e introducir una mayor flexibilidad. Avanzar en esa dirección ha sido costoso, pero es fundamental para su economía recuperar la eficiencia y afirmar sus fundamentos. En México, la situación aparece más desafiante, en la medida que hasta ahora las señales económicas han debilitado la confianza y la inversión. Dada la consiguiente pérdida de impulso en la actividad, con el fantasma de una recesión rondando sobre su economía, cabría esperar correcciones para recuperar el dinamismo.
En los países del Pacífico —esto es, Perú, Colombia y Chile—, el desempeño si bien se ha ajustado a la baja, hace ya un tiempo son economías bien encaminadas, sobre la base de fundamentos macro que se han ido consolidando. En la medida que la incertidumbre global se reduzca, ante avances de EEUU y China que lleven a bajar la tensión comercial, estos países mostrarían un repunte en la actividad, de la mano de un mayor dinamismo en minería e infraestructura.
La corrupción está aún muy presente en la región, debilitando la institucionalidad de aquellos países más comprometidos y golpeando el crecimiento y eficiencia de sus economías. Pero es destacable el avance que han hecho algunos en esta materia, castigando delitos sin importar la posición política o empresarial de los involucrados. Ello representa un paso importante de un proceso complejo y de largo aliento, pero que al mismo tiempo es urgente abordar de forma de arrinconar hasta eliminar la corrupción y las malas prácticas que limitan el avance de América Latina.
Hacia 2020 vemos que aparece una nueva oportunidad, tras varios intentos fallidos en el pasado, que terminaron sucumbiendo frente a una institucionalidad débil y la falta de coherencia y responsabilidad en las políticas implementadas. Se entiende que de los tropiezos se aprende, más aún cuando vemos ejemplos vívidos de fracasos estrepitosos y colapsos económicos de magnitudes insospechadas dentro de la región. Puede ser, entonces que, en esta ocasión se advierta la diferencia y América Latina finalmente consagre una quizás demasiado antigua promesa que la lleve hacia a un desarrollo sostenible y persistente.